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terça-feira, 12 de fevereiro de 2019

Sobre el proletariado español y la Asociación Internacional de Trabajadores en Portugal / Carlos da Fonseca


Sobre el proletariado español y la Asociación Internacional de Trabajadores en Portugal
Carlos da Fonseca
in El Movimiento Libertario Español - París, Ruedo Ibérico, 1974

I. Los primeros contactos

Los primeros contactos entre el proletariado de los dos países ibéricos se establecieron al compás del desarrollo de la Asociación Internacional de Trabajadores, de sus ramificaciones e incluso de sus tendencias. Ciertamente, los medios revolucionarios de los conspiradores republicanos y unionistas ibéricos atacaban conjuntamente desde hacía algún tiempo los regímenes “monárquico-absolutistas” de España y Portugal, organizándose en los clubs y sociedades secretas e inspirándose en el progresismo maziniano (1). A este nivel, la ideología ibérica desborda el republicanismo embrionario de las clases medias y recluta partidarios encarnizados en las filas de los monárquicos liberales y, en su ala izquierda, en la corriente socialista utópica. Mientras que en Portugal los precursores socialistas Sousa Brandao (1818-1892). Lopes de Mendonça (1826-1865) y Casal Ribeiro (18251888) militan en favor de la unión pacífica , voluntaria y federal de las naciones ibéricas, haciendo propaganda de esta idea con gran repercusión en el Almanaque democrático (1852-1855). en España, Sinibaldo de Mas (1808-1868) edita la obra que se iba a convertir en cierto modo en el “manual del iberista” : A Iberia. Informe sobre la conveniencia de unión pacífica y legal de Portugal y España (2). La unión basada en la fraternidad, la libertad y la igualdad es, según el teórico español, el medio más eficaz para neutralizar los regímenes reales autoritarios en los países peninsulares. Nada hay de extraño en que los socialistas federalistas hayan asumido el ideal emancipador de esta unión, imprimiéndole el sello de las doctrinas de Proudhon (1809-1865) y del socialismo de 1848. 
“El problema de la unión ibérica se planteó en Francia en 1847 por portugueses que vivían en ella. Después de la revolución de febrero de 1848, tuvo lugar una manifestación impresionante para apoyar esta idea, que congregó a cerca de 400 emigrantes portugueses y españoles.” (3) Los manifestantes se componían, sin duda ninguna, de los medios de la extrema izquierda ibérica en el exilio, entre los cuales se encontraba Sousa Brandao.
Asumiendo con habilidad el federalismo proudhoniano, la Unión ibérica influjó sin lugar a dudas en las organizaciones obreras portuguesas, y encontró partidarios de sus miembros. Es lógico, por ello, que la revolución española de 1868 dejará una gran impronta en el Portugal, justamente en la época en la que la coordinación ferroviaria entre ambos países constituía un punto del orden del dia de todas las discusiones tanto políticas como económicas. Por la misma razón la revolución inspiró esperanza y simpatía en los medios revolucionarios de Lisboa, sentimientos expresados con entusiasmo en el panfleto de Antero de Quental (1842-1891): Portugal perante a Revolução espanhola (4)
Pero hay que esperar a 1870, tras el congreso de la federación de Barcelona de la AIT, a que el internacionalismo proletario reemplace este cosmopolitismo “revolucionario” , a que las relaciones en el cuadro de la AIT sustituyan definitivamente los contactos esporádicos y no permanentes del federalismo utópico.
Más avanzados que el proletariado lusitano, es a los obreros españoles a quienes corresponde la iniciativa de las relaciones, dirigiendo un “llamamiento” a los hermanos de Portugal : « Obreros portugueses, hermanos nuestros : aunque próximos, aunque procedentes de iguales tiempos y orígenes, portugueses y españoles pasamos siglos sin que disminuya nuestro incomprensible alejamiento, sin que nos reconozcamos realmente hermanos, sin que se unifiquen nuestros intereses y tendencias, siendo así que unidos han estado y estarán seguramente nuestros destinos [...]
“Operarios portugueses, hermanos, compañeros de trabajo que somos en el mismo lugar y tiempo, esencialmente fraternales deben ser nuestras aspiraciones, ligados están todos nuestros intereses, solidarizados deben estar nuestros esfuerzos, y tanto más
deben estarlo, entenderlo bien, cuando nuestros peligros son los mismos (5).
Parece, sin embargo, que el llamamiento de Barcelona pasó desapercibido por los trabajadores portugueses. Al menos no hemos encontrado su traducción, ni total ni parcial, en los periódicos de la época, ni la menor referencia a su existencia.
En febrero de 1871, Engels aconsejó al Consejo federal español establecer urgentemente relaciones con los obreros portugueses (6). Pero fue solamente gracias a la estancia forzosa de los internacionalistas españoles Mora (1842-1924), Morago (?-1885) y Lorenzo (1841-1915) (del 9 de junio al 21 de agosto de 1871), cuando la clase obrera portuguesa se unió por fin definitivamente a la AIT. Es posible que los miembros del consejo español conocieran el nombre de José Fontana, alias Giuseppe Fontana (1846-1876). emigrante suizo, que había sido el secretario de la AIT para Italia. Es al menos a él a quien se dirigieron los militantes españoles cuando buscaron a los socialistas del Centro Promotor dos Melhoramentos das Classes Laboriosas, asociación parecida al Fomento de las Artes de Madrid. Sin embargo, el éxito de su misión es debido sobre todo a la gran receptividad hacia las ideas socialistas de las organizaciones obreras causada por los sucesos de la Comuna de París. Eduardo Maia (?-1897), que puede ser considerado justamente como el pionero del anarquismo portugués, acababa de escribir un panfleto que asumia la defensa de los comuneros (7). De un modo aún más significativo, quedaron organizados varios grupos compuestos por obreros y elementos avanzados (uno puede ser el de Fontana, Antero de Quental, Batalha Reis (1847-1935), y otro aquel de que formaban parte Nobre França (1838-1920). Oratti, Quito y Tedeschi) para sacar lecciones de la revolución parisina. Según Nobre França, la claridad de la exposición de los emisarios españoles convenció inmediatamente a los portugueses sobre la necesidad de organizar una sección de la AIT en Lisboa (8). A su vez, Mora informó del buen desarrollo de las conversaciones, y se mostró muy optimista sobre la extensión de la AIT a los países sudamericanos por medio de los emigrantes portugueses.
Hacia el fin de 1871, La Emancipación podía escribir:
“Portugal entra al fin en el movimiento obrero internacional [...]. Para nosotros, el suceso importante es la aparición oficial en este país de la AIT. Nuestros amigos, los internacionalistas de Portugal despliegan la mayor actividad, y ven sus empeños coronados de éxito en Lisboa, Porto, Coimbra, Évora y otras localidades. (10)
La influencia que ejerce el proletariado español sobre la sección local de Lisboa constituye un factor de buona amistad que no consigue debilitar la divergencia ideológica aparecida tras el Congreso de La Haya. Hecho enormemente significativo, los portugueses descubrieron la AIT a través de los militantes españoles, y en la carta de adhesión enviada a Londres, los secretarios Nobre França y Tedeschi señalan al Consejo federal de España como garante de la autenticidad de las firmas"; así pues, el primer documento público firmado por la sección de Lisboa fue un manifiesto de solidaridad con los trabajadores de Sevilla en huelga :
“ A los obreros cerrajeros de Lisboa y Porto.
“ Constituye un principio sublime de la clase obrera guiarse antes por los intereses generales de la humanidad y de la justicia que por los intereses individuales de cada uno de sus miembros [...].
“ Los capitalistas insisten en mantener arbitrariamente su opresión y por esa razón se proponen contratar fuera de Sevilla e incluso fuera de España, a obreros que, engañados por falsas promesas, no serían en manos de los capitalistas más que instrumentos para combatir y oprimir a sus compañeros de trabajo [...]. Sólo mediante el engaño los obreros portugueses podrían caer en esa trampa. Por esa razón nos vemos en el deber de advertirles. Si cualquier tipo de emisario les intentara alucinar con promesas tentadoras, sepan que se les está invitando a una lucha contra sus hermanos”. (12)
II. Al margen de un conflicto
Algunos historiadores (y no entre los más insignificantes) han intentado presentar a la federación portuguesa como aliancista, al menos hasta el congreso realizado en Holanda en 1872 (13). En varias ocasiones hemos combatido esta tendencia, sin lugar a dudas demasiado simplista, que consiste en reducir las tendencias y los conflictos en el seno de la AIT a las rivalidades entre marxistas y bakuninistas (14). Ello es cierto de cara a las secciones francesas en las que la influencia de Proudhon es dominante, y aún más cierto de cara a Portugal, en donde las doctrinas de Marx y Bakunin eran (y lo seguirán siendo durante mucho tiempo) totalmente desconocidas. La tesis según la cual la sección de Lisboa tenía desde sus comienzos una orientación aliancista es contraria a todos los análisis de la ideología del Consejo local, e incluso a las memorias históricas de Lorenzo. En efecto, éste habla de la creación simultánea “de una sección de la AIT”, destinada a “organizar a los obreros”, y subordinada a la “Alianza de la Democracia Socialista” que tenía como objetivo “la propagación de la ciencia”, es decir, la propaganda socialistas (15). Pero más allá de los orígenes ideológicos debemos investigar por qué el bakunismo fue vencido en toda la línea en Portugal y no encontró lugar alguno en el movimiento obrero hasta 1886. Atengámonos a los hechos. Cuando el Consejo federal español se refugió en Lisboa, las disidencias entre sus miembros eran ya visibles (16). Morago, el único que compartía las tesis de la Alianza de la Democracia Socialista, dimite del Consejo y se quedará en Lisboa tras la marcha de sus compañeros. Intentando emancipar por completo a la filial de la Alianza de la Democracia Socialista de la AIT “autoritaria”, funda con el francmasón republicano Joao Bonança (1836-1924) una segunda sección aliancista. De este modo, el proletariado de Lisboa debe realizar una opción ideológica de cara a la cual no cuenta más que con vagas nociones del socialismo proudhoniano. Por una parte, las secciones de la AIT de la Alianza constituida por Fontana, Antero de Quental, Felizardo de Lima (1839-1905) Nobre França, José Tito, José Maria Pedesti, Eduardo Maia, Conceincao Fernandes (1851-1907), Francisco Gonçalves Lopes (?-1898). José Carrilho Videira, Jaime Batalha Reis, etc., que crean la Associaçao Fraternidade Operária (enero de 1872), organización de carácter sindical. Por otra parte, la Segunda sección de la Alianza, dirigida por Bonança, controla la Associaçao Protectora Trabalho Nacional (diciembre de 1871) y cuyo programa es parecido al de la FO. Es lícito preguntarse si Morago, a fin de cuentas, no fue víctima de Bonança, cuyas relaciones con los medios políticos republicanos ignoraba por completo. En todo caso, la iniciativa de Morago-Bonança condujo al grupo fundador de la AIT a romper con la Alianza y a combatir las doctrinas “antiautoritarias” durante muchos años. Este hecho explica mucho mejor que la estancia de Paul Lafargue en Lisboa, en julio y agosto de 1872, la fidelidad incondicional de la federación portuguesa al Consejo de Londres. A juzgar por el número de adherentes (la FO, 30.000; la APTN, 800), no puede caber duda alguna sobre la opción realizada por el proletariado portugués. Sin embargo, sería ridículo ver en esta opción una victoria del marxismo. La tendencia mayoritaria de la federación portuguesa siguió siendo acendradamente proudhoniana. Hasta tal punto que el primer programa del Partido Operário Socialista Português, fechado en 1877, es una verdadera profesión de fe en el colectivismo de Proudhon.
Por encima de las divergencias aparecidas sobre la representatividad del Consejo autoritario de Londres, y pese al apoyo aportado por los militantes de Lisboa a la nueva federación “marxista” de Madrid, las relaciones con las federaciones libertarias españolas seguirán teniendo un carácter privilegiado de amistad profunda. Diríamos incluso que son mucho más amistosas que las mantenidas con las federaciones “marxistas”, o al menos mucho más frecuentes. No puede extrañarnos por ello que los periódicos aliancistas españoles (La igualdad de Madrid, La Emancipación, La Tribuna de Málaga, La Razón de Sevilla, etc.) se preocupen de los problemas de los trabajadores portugueses mucho más que los periodistas e “autoritarios”. Ciertamente, los miembros del Consejo local de Lisboa manifestaron en múltiples ocasiones su desacuerdo con las secciones antiautoritarias españolas y suizas (17). Fontana mismo, cuyas posiciones “owenistas” están tan cerca de las “antiautoritarias” se negó a inclinarse por el partido de la Alianza, dejando sin respuesta la carta que Bakunin le dirigió personalmente (18). Y sin embargo, las divergencias de fondo no impidieron que la federación portuguesa defendiera únicamente a los aliancistas españoles de cara a la ofensiva burguesa contra la huelga revolucionaria de Alcoy. Reaccionando contra la campaña de calumnias de la prensa capitalista portuguesa, que incitaba al “honrado público contra la banda de peligrosos asesinos” de la AIT, los internacionalistas portugueses publicaron un manifiesto del que transcribimos algunos pasajes: “La Federación portuguesa de la Asociación Internacional de Trabajadores ha leído con asombro y una profunda tristeza, las descripciones de los crímenes horribles imputados a los internacionalistas de Alcoy. Esta no podía guardar silencio de cara a acusaciones tan graves sin traicionar los más sagrados deberes [...]
“ En esta ocasión, como por otra parte, siempre es a la clase obrera a quien nos dirigimos [...] No ! Es imposible que los internacionalistas de Alcoy hayan podido cometer las atrocidades que tan melodramaticamente se les atribuyen [...]. La Internacional no es una asociación de asesinos ni de incendiarios” (19). El documento termina exaltando la lucha del proletariado por la justicia social. Al margen del conflicto que enfrenta hasta hacerlas incompatibles a las federaciones de la Asociación Internacional, los marxistas portugueses y los bakunistas españoles han sabido alimentar entre ellos una llama internacionalista muy intensa, en decadencia desgraciadamente en otros países. Incluso tras la desaparición de la Fraternidad Operaria, tras la creación de la Associaçao dos Trabalhadores da Região Portuguesa (1873), tras la transformación de la asociación portuguesa de Associaçao Socialista 18 de Marzo, en Partido Operário Socialista Português (1875), transformaciones que ponen de relieve la influencia marxista (o más bien socialdemócrata), realizada por Azedo Gneco (1849-1911), el proletariado ibérico no renunció a los lazos de amistad que había establecido desde hacía mucho tiempo y que iban a mantener a lo largo de varias etapas históricas. La llamada “A los trabajadores portugueses” de la federación local de Cádiz de 1876 es, por decirlo así, el documento que cierra esta época excepcional del internacionalismo revolucionario, la Asociación Internacional de Trabajadores, 1864-1876:
“Desde hace mucho tiempo, pese a las divisiones que desgraciadamente han desgarrado en estos últimos años el seno del proletariado colocándonos en campos opuestos, nuestra federación local, deplorando esta lamentable desunión y recordando solamente que combatimos con sinceridad para alcanzar el mismo objetivo, la emancipación de los trabajadores a través de la revolución social, ha continuado manteniendo con vosotros unas relaciones de buena amistad que han sido correspondidas cordialmente por vuestra parte [...].
“Una prueba del acuerdo de nuestros sentimientos sobre este punto son las cartas de solidaridad que habéis dirigido a nuestros compañeros prisioneros en esta ciudad, y las declaraciones publicadas en el órgano socialista de vuestra región”.
Tras la invitación dirigida al POSP para que envie representantes al congreso general anual de las “federaciones libres”, el llamamiento de Cádiz sigue de esta manera : “Si, compañeros, que nuestros delegados confraternicen en esta asamblea, y se convencerán por si mismos que los representantes de las federaciones libres reunidos para discutir en común de los resultados de un año de estudio y de experiencia, demasiado imbuidos de las grandezas de su misión, no desearan rebajarla, dando muestras en el seno del sagrado congreso del trabajo de estrechas y mezquinas pasiones.” (20)
Agradeciendo en todo caso a la federación de Cádiz su calurosa invitación, el POSP se permite calificar al Congreso de Berna, como el de “las secciones disidentes de la Asociación Internacional de Trabajadores”. En la declaración de principios hecha por su portavoz, o protesto, los socialistas portugueses desean “que nuestros compañeros puedan terminar con todas esas pequeñas querellas, que tanto mal han hecho a la clase trabajadora” (21)


1. Clara E. Lida: La Revolución de 1868. Historia, pensamiento, literatura, Las Américas Publishing Co., Nueva York, 1970.
2. La primera edición apareció anónima en 1851.
3. Sinibaldo de Mas: A lbéria [...], Lisboa, Tipografia do Progresso, 1855, tercera edición.
4. Antero de Quental : Portugal perante a Revolução espanhola, Lisboa, Tipografia Portuguesa, 1868.
5. Anselmo Lorenzo : El proletariado militante, Toulouse, Ediciones MLE-CNT, 1946.
6. Andreas/Molnar : La Première Internationale ; recueil de documents publiés sous la direction de J. Freymond, Genève, Droz, 1964.
7. (Eduardo Maia): A communa por um verdadeiro liberal, Lisboa, Tipografia do Futuro, 1871.
8. Nobre França : Carta a Magalhaes Lima, en Magalhaes Lima: 0 Socialismo na Europa, Lisboa, Tipografia da Companhia Nacional Editora, 1892.
9. Lettre à F. Engels, cit. en Max Nettlau : La Première Internationale en Espagne, 1868-1888, Dordrecht, D. Reidel Publishing Company. 1969.
10. La Emancipación, noviembre de 1871.
11. Carlos da Fonseca: A Origem da Primeira Internacional em Lisboa (O centenário da Federação Portuguesa), Lisboa, 1973.
12. La Razón, Sevilla, octubre de 1871.
13. Max Nettlau : Op. cit.; Andréas/Molnar: Op. cit.; Carlos M. Rama: La crise espagnole au XXe siècle, Paris, Librairie Fischbacher, 1962: véanse las notas del capítulo I, nota 44. Véase Igualmente M. Nettlau : Miguel Bakunin, la Internacional y la Alianza en España, 1868-1873, Buenos Aires, La Protesta, 1925
14. Carlos da Fonseca : Op. cit. Véase igualmente : Trois livres sur le mouvement ouvrier au Portugal, Bulletin du CIRA, no 25, Lausanne, noviembre de 1972.
15. Anselmo Lorenzo : Op. cit.
16. Le Congrès de La Haye de la Première Internationale, Moscú, Ediciones del Progreso, 1972.
17. Carlos Fonseca : Op. cit.
18. Max Nettlau : La Première Internationale en Espagne, 1868 1888. Véase igualmente César Nogueira: Notas para a história do socialismo em Portugal (1871-1910), Lisboa, Portugalia Editora, 1964.
19. “Manifiesto” de julio de 1873, cit. en Carlos Fonseca Op. cit.
20. Fechado en Cádiz, 12 de septiembre de 1876, en Bulletin FII, octubre de 1876.
21. O Protesto, Lisboa, octubre de 1876.

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